Conocí a LLuís Mallart en 2012 a través de un profesor de pintura de la escuela de arte donde trabajo ( Olot, Girona). Por aquel entonces yo había terminado mis estudios de escultura y él recibía clases de pintura estando ya jubilado. Mi incipiente interés por la Antropología creció después de pasar una tarde de charla con él. La relación se ha dilatado en el tiempo manteniendo un mínimo pero siempre cálido contacto, hasta que desde Antrópolis surgió la idea de realizarle una entrevista. Una mañana de octubre nos encontramos en su casa, dónde de las paredes cuelgan instrumentos y artilugios africanos, fotografías de sus viajes y de los encuentros y reencuentros con el pueblo Evuzok, del que un día fue un miembro más. Cuando llegué Lluís estaba atareado pintando unas cajas estilo arte aborigen australiano, con colores muy vivos. Me ilusionó ver que no había abandonado los pinceles. Conforme fuimos charlando e iban saliendo temas, Lluís iba cogiendo libros, sabiendo exactamente dónde se encontraba cada pequeño amigo. Me cautivó la forma como los cogía, los abría, los miraba y los devolvía en su expreso lugar.
Breve Biografía
Lluís Mallart Guimerà es un antropólogo nacido en el seno de una acomodada familia barcelonesa en 1932. Estudió Teología y en su juventud fundó la Misión Agermanament que trasladó a Camerún en 1961, con la intención de evangelizar el pueblo Evuzok. Enseguida se interesó por las formas Evuzok de comprender, ser y estar en el mundo, y sin quererlo, empezó a hacer Antropología. Empezaron a hacerse patentes las contradicciones entre misión y Antropología, abandonando todas sus iniciales intenciones de trasladar la cosmovisión europea a estos pueblos. En 1968 decide viajar a París para ampliar sus conocimientos en esta disciplina, doctorándose en 1971 y ejerciendo de profesor en la Universidad de Nanterre. Actualmente Lluís sigue escribiendo, pintando, estudiando y haciendo Antropología.
¿Cómo era la Antropología cuando la hallaste? ¿Qué funciones tenía respecto hoy?
Cuando empecé a interesarme por nuestra disciplina (años 1960), en nuestro país, la palabra “antropología” sólo era utilizada para hablar de antropología biológica, de antropología física, antropología criminal, en las facultades de Ciencias. Cuando en 1961 llego a África y empiezo a interesarme de verdad por nuestra disciplina y hago mis lecturas de los clásicos en Antropología que encargaba a Francia, descubro otro término: el de etnografía. Me encuentro con tres términos: etnografía, etnología y una antropología, no física, sino social o cultural, que se está forjando en nuestro país y que todavía tardará unos años en cristalizarse desde un punto académico.
En Francia la palabra “etnología” era reservada únicamente en el estudio de las demás sociedades. Hacer etnología era hablar de los demás; hacer antropología era hablar de nosotros mismos. Convertirse en antropólogo es convivir constantemente con estos tres momentos de nuestra disciplina, que nos llamen etnógrafos, etnólogos o antropólogos
La Antropología profesional, en Francia y particularmente en la Universidad de Paris X (Nanterre) y en las distintas secciones de l’École Pratique de Hautes Etudes, era impulsada a partir de cursos o seminarios que no eran de orden general sinó muy especializados. Por ejemplo, yo seguí un seminario que trataba el tema del árbol en la literatura oral africana, cada alumno siguiendo su propia investigación más o menos relacionada con el tema que dirigía el profesor responsable del seminario. Se daba mucha importancia al trabajo de campo. La enseñanza y la investigación estaban muy unidos. En la universidad de Paris X (Nanterre), por ejemplo, había dos instituciones distintas, el Departamento de Etnología cuyos profesores dependían del Ministerio de Educación, y el Laboratorio de Investigación de Etnología que dependía del Centro de Investigaciones (CNRS) y sus miembros podían ser profesores de la universidad o de otros centros de Investigación. La alianza entre las dos instituciones consistía en que los profesores del departamento podían formar parte del laboratorio de investigación y los miembros del laboratorio podían dar cursos en el departamento según su propia especialidad. Por otra parte, si la licencia (sus cursos) que se impartía en el departamento, era de orden general (Introducción al estudio del Hombre, Parentesco, Economía tradicional, Etno-lingüística, Política o poder tradicional, Etno-musicología, Etno-botánica), los cursos que seguían el año siguiente (maestría) eran más especializados y divididos en distintas áreas culturales (África, Oceanía, Asia, América, Europa ), teniendo que escoger una de ellas. Estas especialidades se abrieron más tarde a cuestiones temáticas (etno-medicina o antropología médica, Emigraciones, Etnología urbana). Se prefería guardar el término “etnología”. Se era muy anticolonial poniendo en valor las “otras” culturas.
Yo pienso que una de las funciones (quizás sin saberlo) de la etnología de aquellos tiempos ha consistido en convertirse en piezas para la Historia debido al cambio social y cultural propio de las sociedades. Actualmente no trataría los mismos temas, y seguramente haría Antropología de otra manera.
¿Qué te ha aportado la Antropología?
A mis 90 años pienso que la Antropología me ha aportado muchísimo. Debo reconocer que he tenido mucha suerte ya que al pasar de una Antropología carismática a una Antropología profesional he podido dedicarme completamente a estudiar las maneras de decir, de actuar o de pensar de aquella sociedad (los Evuzok) en la cual empecé a devenir antropólogo y a practicar una cierta Antropología sin apenas saberlo. Como sabéis en aquel entonces era misionero. Poco a poco descubrí la Antropología sobre el terreno (leyendo los clásicos de entonces en medio de la selva!) hasta el punto de considerar que la Antropología y el trabajo de misionero eran incompatibles. La sana Antropología me enseñaba a comprender y a respetar la cultura Evuzok, no a juzgarla y menos todavía a trabajar para suprimirla e imponer símbolos, costumbres provenientes del mundo occidental, de otra religión.
Más tarde tuve la gran suerte de entrar en la universidad francesa de Paris X (Nanterre) y de ser miembro de su laboratorio de investigación, lo cual significa que en aquel entonces me fue posible seguir mis investigaciones sobre los Evuzok y de volver algunos meses sobre aquel mismo terreno cuando lo consideraba necesario. Los Evuzok me llevaron a interesarme también por otras sociedades y culturas. Fue pues ese espíritu totalizante u holístico, si se quiere, lo que me fue llevando de la noción de evu, a la medicina, al ritual, a la etnobotánica, a la literatura oral y a muchos otros aspectos de la vida de aquella sociedad y ahora, finalmente, durante mi jubilación, me ha llevado al estudio de algunos aspectos del arte de esa región.
Hace años escribí un libro que se llamaba “Soy hijo de los Evuzok” (Ariel, Barcelona, 1996) procurando explicar cómo intenté, en unas circunstancias muy especiales, hacer mi trabajo de campo; sobre cómo descubrí de una manera concreta la Antropología; y de qué manera, queriendo convertir a los africanos al cristianismo fueron ellos quienes me convirtieron a la Antropología. Hace poco abrí una carpeta en mi ordenador con un incipiente escrito en el que me preguntaba si actualmente la gente seguiría llamándome man evuzok (Hijo de los evuzok) y si lo hiciera, me preguntaba si sería por los mismos motivos.
¿Qué referentes teóricos o intereses temáticos has tenido?
Mi referente teórico más importante ha sido el estructuralismo. Empecé a descubrirlo sobre el terreno cuando apenas sabía lo que era la Antropología. Un amigo jesuita que estaba estudiando Antropología y Lingüística en USA me dijo que allí se hablaba mucho en aquel entonces del “Pensamiento salvaje” de un tal Lévi-Strauss (publicado en 1962). Encargué el libro. Estaba leyendo “La mentalité primitive” de Lucien Levy-Bruhl ( publicado en 1922) (no estaba nada de acuerdo con este autor) cuando al cabo de un tiempo (Amazon no existía y si hubiera existido dudo que llegara hasta allí) me llegó el libro de Lévi-Strauss.
Para mí fue un respiro. Inspiró mucho mis trabajos. Di mucha importancia a la lingüística, Intentaba retener cómo los Evuzok decían las “cosas”. Tomaba las notas directamente en la lengua en la cual hablaban. Sin conocer aquellos conceptos (emic-etic). Lo “emic” tuvo para mi mucha importancia. Como temas, claro está, me interesé mucho por aquello que nosotros, incluso los antropólogos, denominamos “religión”, “magia” o “brujería” (mis investigaciones me condujeron a criticarlas muchísimo) en el marco sobre todo de la medicina “tradicional”.
Me interesé por el tema de las clasificaciones, de cómo los Evuzok organizaban el mundo, su lógica propia. De una manera más concreta os diré que he estudiado mucho la noción de evu, considerándola, como lo hacía Lévi-Strauss, analizando el mana estudiado por Marcel Mauss, una “categoría vacía de sentido”, un “signifiant flottant”, algo indiferenciado, pero que a su vez puede significarlo todo, incluso lo contradictorio: lo bueno y lo malo, la paz y la guerra, lo positivo y lo negativo. Mucho más tarde, durante mi jubilación, he leído que Cicerón citaba a un autor griego que, hablando de temas similares, utilizaba ya la categoría aplicable a ciertos términos “vacíos de sentido”.
Cuéntanos sobre los impactos misión/Antropología
Pienso que la Antropología como Ciencia, no debe juzgar y por ello el trabajo de misionero y de antropólogo me aparecieron incompatibles. Al mismo tiempo iba pensando que la Iglesia católica (aunque fuera dirigida por los africanos) era algo que procedía de otro mundo, de otras civilizaciones, con otra simbología (por ejemplo imponer el blanco como símbolo de la pureza cuando para los cameruneses era símbolo de la suciedad: un negro cuando se ensucia queda blanco), animada con otros ritmos (como el del canto gregoriano), por otras mitologías (quizás el tridentino) e ideologías (el capitalismo, el colonialismo), con otros valores (referentes por ejemplo a la familia, a la poligamia). Por otra parte, la Iglesia heredada por los africanos era muy conservadora, integrista. Un detalle: la congregación religiosa misionera que tenía asignada el Camerún tenía como superior general Mr. Marcel Lefevre que fue más tarde aquel obispo integrista que se separó incluso de Roma. Otro detalle: había que pagar una especie de impuesto (llamado púdicamente le “denier du culte”) para recibir los sacramentos. Lo que yo consideraba un acto de simonía (comprar algo considerado como sagrado; el carácter relativo de aquellas nociones clásicas de sagrado y profano). Todo ello y mucho más me fue alejando de la Iglesia y de la religión. ¡Ah! ¡Y me enamoré sin considerar que cometía un pecado! Una anécdota: cuando volví entre los Evuzok y dije a los fieles que me invitaron a hablar en la Iglesia, que me había casado y tenía dos hijos, la gente se puso a aplaudir. Convertirse en antropólogo es aprender a relativizar nuestra forma de pensar las cosas y aceptar que para pensarlas, decirlas o hacerlas se pueden seguir muchas lógicas.
Para terminar aconséjanos un libro, una canción y una película.
Libro: Ningún libro en particular. Todos los que tenéis y alguno más os ha aportado algo aunque fuera para criticarlo.
Canción: La novena de Beethoven dirigida por Riccardo Muti.
Película: La danza a los espíritus de Ricardo Íscar.
Conclusiones finales
Mallart ocupó parte de su actividad profesional al estudio de la Antropologia religiosa y médica, resultando ser un especialista en estos ámbitos gracias a esta intensa labor científica y antropológica. En 2009 salió a la luz la película documental ‘Dansa als esperits’ que llevó a la pantalla los rituales de curación practicados por el pueblo Evuzok de Camerún y que nos recomienda ver. Mallart insiste en que la información etnográfica ha de considerarse como una confidencia, que sólo puede nacer de una relación humana respetuosa, sincera, auténtica, y que el campo relacional debe abrazar a la comunidad entera y lograr que se le asigne (al forastero) un lugar determinado en el seno de la comunidad. Para el etnógrafo, según su experiencia, el tiempo no es oro y puede permitirse el lujo de perderlo, ya que el concepto de rentabilidad inmediata en términos económicos no se puede aplicar en nuestra disciplina. Opina que los mejores datos que obtendremos serán aquellos que sabremos cazar al vuelo, estando siempre dispuestos a todo lo que pasa a nuestro alrededor.
Después de su trayectoria y sus aportes comprendemos mejor que convertirse en antropólogo es salir de uno mismo para abrirse a los demás, e intentar comprender las otras formas de decir, de hacer y de pensar el mundo, relativizando nuestra forma de ver y entender las cosas, aceptando que existen muchas lógicas y como afirma, manteniendo el convencimiento de que siempre quedaremos muy lejos de alcanzar ese conocimiento.
*esta entrevista ha sido completada con el texto Esdevenir antropòleg de Lluís Mallart Guimerà. Perifèria Número 11, diciembre 2009.
Un antropòleg quan arriba als 90 anys…..continua essent un antropòleg !!! Felicitats!!!
I amb aquestes ganes de seguir fent coses, pintant, escrivint, i sobretot la seva entranyable qualitat humana. Gràcies Àngel per presentar-nos:)
El Doctor Lluís Mallart ha sido para mi – y me atrevería a incluir a la mayoria de personas que lo hayan tratado- un ejemplo de” cómo vivir una buena vida”. Ha sido un apasionado antropólogo,
respetado en los diversos ambientes en que se desenvolvió pero sobretodo ha conseguido convertirse, más allà del ámbito acadèmico,, en un venerable sabio africano, en un ejemplo del “buen vivir “.