‘Conocía algo del juego llamado abia. Casualmente conocí algo más estando entre los Evuzok, aunque ya no se jugaba. Era algo del pasado. Tenía un puñado de 20/25 piezas que un evuzok me había regalado. Un anciano, contemplando una de ellas con el grabado de un pájaro con las alas extendidas, me puso sobre la pista de un aspecto no conocido. Se trataba de unas divisas dadas a los motivos de las piezas. Grabé más de un centenar con mi magnetófono. Sabía que tenía un buen documento etnográfico. Las traduje.’ Lluís Mallart, octubre 2022. Olot.
La dimensión social de un juego caído en el olvido
El botánico y zoólogo Georg August Zenker en 1889, el explorador, etnólogo y lingüista Günter Tessmann en 1913, el etnólogo Henri Labouret en 1935 son algunos de los investigadores que recogieron lo poco que quedaba y se sabía del juego. Se sabe que el juego de Abia fue en su tiempo toda una institución instalada en el pasado de los pueblos del actual Camerún.
Según lo que se ha podido conocer, el juego reunía a miembros de distintos clanes o linajes y era muy popular. A través de la práctica del juego se tejían relaciones entre clanes, se intercambiaban (se ganaban o perdían) bienes y favores, se creaban alianzas o se iniciaban disputas. Era tal la envergadura del juego que uno podía incluso llegar a perder su libertad en una desafortunada apuesta.
En cada partida participaba un solo miembro de cada clan, jugando con una sola pieza minvia. Causaba mucha expectación y alrededor se formaba un gran ruedo de personas, dónde a primera línia se situaban las mujeres. Antes de empezar y controlado por un ‘juez’ se hacían las apuestas. Una vez había un ganador éste recogía su pieza minvia y cantaba la divisa (Mbende) asociada al grabado de la pieza ganadora. Parece ser que la función del dibujo es gratuita en el juego, sólo asociado al mbende del ganador. La divisa o mbende contenía ideas, historia local, leyendas, conceptos, anécdotas o bien imitaciones de sonidos de la naturaleza, acompañadas de una gran expresividad.El juego se rige por el principio de la minoría y es un juego de azar parecido al que conocemos como cara y cruz, en el que la cara es la parte tallada sobre la madera del hueso. Así una vez realizadas las apuestas cada miembro lanza su pieza minvia. Ganará el jugador que se encuentre en minoría. Intervienen en ocasiones de empate unas rodajas de un tipo de calabaza seca.
Cuando la administración colonial alemana (1896) y más tarde la francesa, apoyadas por las misiones cristianas, prohibieron el juego, éste pasó a otra forma de existencia: la clandestinidad. Mientras, se introdujeron juegos de azar europeos (loteria, cartas) siendo abia un juego residualmente practicado.
Con el tiempo perdió toda su dimensión social original hasta que llegó un momento en qué todos los juegos de azar introducidos por los europeos fueron denominados ‘juegos de abia’. Con su paulatina desaparición se perdió una particular forma de expresión plástica y una forma de expresión oral que contenía mucho de la cosmovisión de estos pueblos.
Cuando Lluís Mallart viajó al Camerún por primera vez en los sesenta y se encontró con algunas de las piezas del juego, evidentemente ya no se practicaba, y había pocos ancianos que recordaran haber oído hablar del juego y escuchado sus divisas.
Durante su jubilación, Lluís Mallart se interesó de nuevo por estos pequeños objetos y recogió sus investigaciones en el libro Cara o Creu, imatges i paraules d’un joc d’atzar africà” (Editorial Documenta Universitaria 2010).
Estructura de las piezas minvia.
Las piezas, talladas en el pequeño hueso del fruto del árbol de Elan, se pueden analizar a partir de tres elementos que las conforman: el marco, la figura y el fondo.
El marco es un rasgo canónico que ejerce la función de limitar el mensaje iconográfico. La figura aparece encajada al marco, ocupando al máximo el espacio y mantiene la capa natural del hueso igual que el marco. El fondo es el poco espacio que la figura deja una vez amoldada al marco y suele aparecer estriado, en ocasiones en varias direcciones.
La mayoría de las piezas recogidas y fotografiadas son estilo Beti y representan animales, personas, objetos e ideas, muy bien definidas, simulando detalles como pelo y ojos, siendo mucho más figurativas que las piezas del estilo Ute (y varios grupos periféricos del área Beti) que nos aparecen del todo abstractas, irreconocibles para quien no esté habituado a la iconografía africana. A un evuzok, por ejemplo, le será fácil reconocer una mujer en un triángulo estriado.
Lejos del calor y el sol africano, guardadas en cajas de museos europeos, las piezas minvia son objetos que representan un fenómeno social y cultural que fue muy significativo en la cultura de algunos pueblos que habitaron el área del actual Camerún. Objectes mancats, cómo dice Mallart, que nos plantean una vez más la necesidad de superar el marco colonial también en el terreno de los museos y devolver estos objetos para que, en cierta forma, regresen a la vida.
Con los compañeros de Antrópolis decidimos revivir este juego por una tarde, jugando sus reglas, cantando nuestras propias ‘divisas’, y jugándonos algunas que otras tareas que hacía falta hacer para este espacio dedicado a la Antropologia. Lástima que no tuvimos la oportunidad de jugar con unas pequeñas minvia.
Bibliografia
-Cara o Creu. Imatges i paraules d’un joc d’atzar africà. Editorial Documenta Universitaria 2010.
- Todas las imágenes y audios de este artículo han sido cedidos por Lluís Mallart Guimerà