Luchar por la calle. Manual para una revolución urbana

En el libro de Janette Sadik-Khan, la mayor parte de las ciudades contemporáneas se ven aquejadas de un mismo mal: los vehículos. El diseño y la construcción de las urbes en el último siglo ha atendido, casi en exclusividad, a las necesidades de los automóviles y, también, de sus conductores. Las calles aparece así dominado por el tránsito vehicular, limitando tanto el desplazamiento de las personas como su percepción y experiencia del espacio público. Como si de una doctora se tratase, Sadik-Khan procede a lo largo del libro a prescribir una serie de actuaciones urbanas con las que no solo intentar paliar la afección causada por el tráfico, sino a mejorar de forma consistente la salud del paciente o, en otras palabras, tratar de definir los contornos de las posibles ciudades del futuro.

Una cuestión vital en “Luchar por la calle. Manual para una revolución urbana” es el itinerario biográfico y el rol activo desempeñado por la propia autora en el desarrollo de distintas políticas urbanas a lo largo del tiempo. Graduada en ciencias políticas, podría ligarse la vida laboral de Sadik-Khan a la burocracia americana: asesora de transportes de Nueva York durante la alcaldía de David Dinkins, integrante de la Administración Federal

de Transporte Público bajo la presidencia de Bill Clinton y, finalmente, comisionada de Transportes del ayuntamiento de Nueva York, esta vez, junto a al alcalde Mike Bloomberg. Tras su paso por la política institucional, Sadik-Khan ejerce labores de consultoría en cuestión de transportes y diseño urbano -¿gracias a una puerta giratoria?- para Bloomberg Associates.

Este énfasis biográfico inicial no es banal ya que anticipa tanto sus contenidos como sus ausencias. “Luchar por la calle” no es un libro de teoría urbana ni un trabajo de investigación empírica. La protagonista absoluta es Sadik-Khan o, si se prefiere no personalizar en exceso, la Comisión de Transportes que dirigía. No se trata simplemente de una banal crítica a un modelo de escritura en primera persona que ensalce los logros personales, sino de los procesos de invisibilización en los que se verían envueltas los habitantes de la ciudad, sus vecinas.

¿Quien “lucha por la calle”? Un grupo de avezados políticos, una vanguardia de advenizdos que habrán de cambiar la fisionomía no solo de Nueva York, sino expandir su mensaje por todo el planeta. En este libro no hay rastro de movimientos sociales ni de comunidades de vecinos. Los habitantes de la ciudad quedan reducidos a usuarios de los nuevos espacios, incluso consumidores, o, en el mejor de los casos, como traspantojos al interno de procesos participativos a los que cabe mirar con lupa (Fung, 2006) y más si, como en este caso, siempre siguen una ruta desde lo alto a lo bajo, desde las instituciones políticas a los ciudadanos, reduciendo la capacidad agencial de éstos respecto a los lugares que habitan.

El papel de la ciudadanía en esta pretendida revolución urbana se hace más explícito en el modo de actuación e implementación de las transformaciones urbanas tal y como Sadik-Khan (2024) relata

Interveníamos sobre la marcha, con los materiales que teníamos a mano, y nuestros proyectos pasaban a ser luego instrumentos para facilitar la comprensión de la propuesta entre la opinión pública y obtener así el apoyo que necesitábamos para ampliar nuestra actuación. La ejecución rápida de los proyectos demostró ser mucho más eficaz que seguir el modelo tradicional e intentar alcanzar una práctica unanimidad sobre un proyecto aun siendo ya un hecho aceptado que el statu quo no funciona. Los esfuerzos para alcanzar un consenso idealizado han desembocado en años de indecisión, inacción y parálisis mientras los dirigentes intentaban aplacar la oposición que lleva aparejada cualquier cambio en las calles.(p.14)

Este “Manual para una revolución urbana” podría pasar, también, por otro de “imposición urbana”. El llamamiento a todas las ciudades del mundo no es a la planificación, sino a la acción inmediata. ¿Qué ciudad no dispone en sus almacenes municipales de botes de pintura de colores chillones y bloques de hormigón con los que crear una “plaza” en pocos minutos? “¡Actúemos!”, parece decir Sadik-Khan, que todo lo demás -aquello que podríamos reducir de forma irónica al conjunto de relaciones sociales que construyen las ciudades- seguirá la estela de lo decidido a pies juntillas.

A mi juicio, estas estrategias políticas y modos de intervención urbanisticos así como la marcada ausencia de los habitantes de la ciudad responde al propio modo en que Sadik-Khan entiende y defiende las ciudades. Sin llegar a definir nunca la “ciudad” en su totalidad, la autora sí que ofrece algunas pistas sobre su significado en los dos primeros capítulos del libro. Aquellos que habitamos las ciudades no lo hacemos como fruto del azar, sino mediante una elección en la que no importa la eficiencia (una eficiencia absolutamente abstracta a la que Sadik-Khan no conecta ninguna acción ni proceso social) ya que nos guiamos por la calidad de vida, la comodidad y el coste.

Por momentos, la vida social en las ciudades aparece como un simple ejercicio de matemáticas. Las ciudades, “por su naturaleza”, están llenas de ventajas, afirma Sadik Khan (2024), que no han sido capitalizadas plenamente por los políticos de turno. El plan a seguir no puede ser más claro: “Para conseguir atraer retener y acomodar a una población creciente, nuestros dirigentes tendrán que desarrollar rápidamente estrategias que han de las ciudades lugares más atractivos para vivir” (p.45). Una atracción que pasa por un espacio público remozado a partir de intervenciones de urbanismo táctico, un espacio público en el que, siguiendo la estela de Jane Jacobs (2011), un mayor número de peatones incida en la mejora de la economía urbana, la seguridad ciudadana y la calidad de vida.

De forma progresiva se presenta una ciudad y una ciudadanía idealizadas. Calzadas más estrechas y aceras más amplias, calles peatonales, mini plazas, carriles bici o dedicados al transporte público,… En palabras de Sadik-Khan (2024) “planificar es preludiar”, de modo que “las ciudades que invierten en calles sostenibles conseguirán el futuro para el que están construyendo” (p.103). Unas nuevas calles, sostenibles, en las que las personas, ahora, sí querrán estar. Unas calles que, continua la autora, tendrán sentido “desde el punto de la seguridad, el tráfico y la planificación a largo plazo, y también desde una perspectiva económica” (p.360).

Es así como, en apariencia, el círculo se cierra sobre sí mismo: el urbanismo táctico posibilita la capitalización de aquellas ventajas -recordemos- “naturales” que poseen las ciudades y que no habían sido, todavía, explotadas. Al hacer alusión a la peatonalización de la mediática plaza Times Square para Sadik-Khan es tan importante mencionar el porcentaje de ciudadanos satisfechos como la opinión de los responsables de empresas y tiendas en la zona así como de la asociación de agentes inmobiliarios (p.137). Sorpresa: en dos año el precio de los alquileres comerciales se había triplicado en Times Square y “los beneficios económicos generados a largo plazo acabaron teniendo repercusiones internacional” (p.139).

Si planificar era preludiar, parece claro que no solo está en juego la sostenibilidad de las ciudades, sino un orden social deseado. El espacio urbano, las calles, no aparecen ya como un común, no se advierte en ellas “la capacidad popular de utilizar las relaciones espaciales y sus intensidades topológicas, funcionales y políticas con el fin de defender, asegurar y expandir esferas de autorreproducción y autonomia colectiva” (Sevilla-Buitrago, 2023). Más bien asistimos a progresivos y contemporáneos procesos de desposesión, desplazamiento y desempoderamiento ciudadano que resultan indispensables para la producción social de los nuevos espacios de acumulación capitalista.

El espacio urbano resultante de la prácticas de urbanismo táctico no puede aparecer nunca vacío, no se trata de un territorio baldío a plena disposición de la ciudadanía. Todo urbanismo, al fin y al cabo, es normativo en cuanto predispone el conjunto de acciones posibles en un espacio dado. Una recién estrenada calle peatonal o una nueva mini-plaza no han sido pensadas para que los movimientos sociales convoquen asambleas populares. Estos nuevos espacios han de acoger food trucks, ferias de artesanía, conciertos, exposiciones al aire libre,… en definitiva, “cualquier actividad que vitalice un espacio público y atraiga a la gente por la energía que genera, por contraposición a un entretenimiento pasivo” (Sadik-Khan, 2024:161). No menos inquietante resulta el hecho de que Sadik-Khan defienda, al menos para el caso de Nueva York una gestión del espacio público fruto de un pacto de colaboración público privado o, en otras palabras, favorecer los procesos de acumulación de capital privado a expensas del gasto público.

Luchar por la calle. Manual para una revolución urbana” (Sadik-Khan, 2024) cuenta con numerosos apuntes así como algunas provocaciones interesantes. Es imposible obviar aquellos capítulos quizás más técnicos ligados al diseño y gestión del tráfico en los que Sadik-Khan aborda cuestiones como la redimensión de las calzadas, la señalización o la distribución de los carriles de circulación. A nadie debería parecerle descabellado, tampoco, apostar por un entorno urbano en el que los vehículos pierdan su actual centralidad. Pero a pesar de algunos aspectos positivos, la sensación final es un tanto agridulce, ambigua, ya que no es un problema de fondo, sino de formas.

Abriendo esta conclusión a lo utópico, una revolución urbana debería ser, ante todo, democrática -signifique lo que quiera significar- o, en el peor de los casos, igualitaria. Si hemos de luchar por la calle, hágamoslo por la calle de todas y de todos. Si algo nos continua enseñando cada día la antropología es la infinita creatividad con la que cada persona, cada grupo social, afronta su vida cotidiana. Dejar de lado la diversidad social así como las distintas experiencias de discriminación opresión y dominación a la hora de rediseñar nuestros espacios urbanos en aras de un orden social que siga priorizando la extracción de capitales con base urbana no parece la mejor de las ideas para trazar una revolución.

Bibliografía

Fung, Archon
2006. “Varieties of Participation in Complex Governance” en
Public Administration Review, Volume 66, Issue Supplement s1, pages 66–75.

 

Jacobs, Jane
2011 Muerte y vida de las grandes ciudades. Capitán Swing

 

Sadik-Khan, Janette;y Solomonow, Seth
2024
Luchar por la calle. Manual para una revolución urbana

 

 

Sevilla-Buitrago, Álvaro
2023 Contra lo común. Una historia radical del urbanismo. Alianza Editorial

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