Al observar detenidamente los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es posible advertir en su formulación una pretensión implícita de desvincular la noción de “desarrollo” de determinados presupuestos económicos y racionalistas. A partir de la mitad del siglo XX, la mayor parte de los estados-nación del planeta dieron por bueno un discurso social que asociaba, de forma irremediable, el crecimiento económico con las ideas de “desarrollo” y “progreso” aplicadas tanto al conjunto de la sociedad como al individuo particular. Desde una visión economicista, el bienestar de las personas, su calidad de vida, empezó a ser medida, controlada y garantizada en base a las variaciones en cada país del Producto Interior a lo largo del tiempo. Esta perspectiva, afirma Koldo Unceta, centra su atención
en el estado-nación no solo como ámbito principal en el que tomaban cuerpo los procesos económicos y sociales, sino también como sujeto mismo del desarrollo. El desarrollo humano, el bienestar de las personas, pasaba a ser considerado así como un subproducto del desarrollo nacional” (en Pérez Galán, 2010:45).
Con el devenir del tiempo, tanto las descripciones como las aspiraciones a una existencia humana basadas en el productivismo, el dominio sobre la naturaleza y una defensa a ultranza de los procesos de modernización basados en los modelos político-económicos occidentales han ido perdiendo importancia en los discursos internacionales. La promoción de una nueva idea de desarrollo así como la promesa de emancipación se ha ido extendiendo a lo largo del planeta de la mano junto a perspectivas que, lejos de centrarse en los agregados económicos, prestaba especial atención a aquellos aspectos de la vida social no fácilmente medibles en términos monetarios: la conservación de los recursos naturales, la calidad de las instituciones, la equidad de género, la importancia del conocimiento local o la participación de la población en la toma de decisiones.
Nuevas geografías para el desarrollo
Más allá de un radical abandono y modificación de los indicadores del desarrollo con base económica, una de las principales modificaciones que se producen en la economía del desarrollo atañe a su dimensión física, a las geografías concretas en las que actúa. Siguiendo los patrones clásicos de la economía política así como sus cambios más recientes, podría argüirse, en una vuelta de tuerca del pensamiento de Karl Marx y Friedrich Engels (1998 [1848]) que las ciudades han tomado el lugar de los estados-nación en la configuración de una nueva división global del trabajo.
Si bien es recurrente, tanto desde la economía política y los estudios urbanos así como desde los imaginarios comunes, la alusión teórica a las grandes metrópolis como lugares predilectos y predominantes para la materialización de dichos procesos globales (Sassen, 1999; Soja, 2006), no es menos cierto que, en un plano meramente cuantitativo, las grandes ciudades representan solamente una pequeña parte de lo urbano. Según estimaciones del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-HÁBITAT) un 60% de la población urbana mundial reside en las llamadas “ciudades intermedias” 1.
A la hora de delimitar a esta tipología de ciudades como objeto analítico, Carmen Bellet y Josep Llop (2004) rechazan la rigidez de los criterios cuantitativos relacionados con la demografía y la extensión física de las ciudades para hacer hincapié en su capacidad de intermediación (p.571.). El énfasis puesto dicha capacidad resignifica a las ciudades intermedias a partir de tres ejes principales: su capacidad para actuar como un centro de interacción social, económica y cultural; por ser un centro de bienes y servicios especializados de carácter supramunicipal; y por tratarse de un nodo interacción territorial a través de las infraestructuras de transporte y comunicación que articulan redes multiescalares (Bellet en Cucò; 2016:23-24; Bellet y Llop, 2004).
La caracterización de estas urbes como “intermedias” es producto de una nueva cartografía mundial que nace al amparo del creciente mercado global de bienes y servicios. En este modelo socio espacial las ciudades intermedias, afirma Bellet, actúan, a través de la interacción entre diversos nodos, como “los primeros eslabones de producción de lo ‘glocal’” (en Cucò, 2016:29) en el territorio. De esta forma, los habitantes de amplios territorios ajenos a los sistemas territoriales urbanos construidos en torno a las ciudades globales y las metrópolis mundiales pueden “tomarle el pulso a lo global”.
Esta nueva división global de las relaciones económicas supone tanto un cambio en las cartografías existentes como una modificación creciente en las relaciones existentes entre las ciudades. Los procesos de transformación urbana no solo tienen como objetivo la modificación de sus características de las ciudades para garantizar así su inclusión, su participación, en dicho organización socio-espacial global de las ciudades, sino que conlleva, a su vez, un cambio tanto en las redes en las que participan las ciudades como en su posición respecto al conjunto de ciudades en cada ámbito reticular.
A diferencia de las ciudades globales, en las ciudades intermedias los procesos de intermediación enfatizan la proximidad y la continuidad territorial. Según Josep Llop et al (2019) este hecho capacita a esta tipología de ciudades “para vertebrar y cohesionar el sistema urbano y los vínculos urbano-rurales” así como “para trazar e implementar estrategias de alto valor añadido” permitiéndoles así posicionarse en nuevas escalas a un menor coste que las grandes ciudades (p.25). De modo que, concluyen, la ciudad intermedia aparece como “un elemento rompedor del statu quo derivado de la globalización” que altera y modifica las jerarquías urbanas al tiempo que ofrece nuevas vías de desarrollo y cooperación territorial (Ídem).
De la agenda global a la acción local: localizando los objetivos del desarrollo sostenible
Más allá de presentarse como un contrapeso específico a las ciudades globales, las ciudades intermedias cobran un rol específico en materia de desarrollo a partir de la III Conferencia del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos. La Nueva Agenda Urbana fijada en 2016 ofrece un marco de actuación renovado en el que las corporaciones y gobiernos locales y/o regionales ganan un peso específico en el proceso de adaptación de la agenda global a las características y circunstancias de cada territorio (Ayuso y Forero, 2017). La localización de la agenda del desarrollo en y sobre los territorios concretos precisa así de la participación de los diferentes actores que componen las comunidades, de su articulación bajo la forma de políticas olcales y de la existencia de un diálogo constante entre las partes interesadas.
Al tratar de las ciudades intermedias, y dejando a un lado su potencialidad como intermediarias entre lo global y lo local, Llop et al (2019) sugieren que su capacidad de interacción y de atención con la ciudadanía se produce en una escala más humana. La vida cotidiana en las ciudades intermedias es caracterizada por un fuerte sentido de la colectividad y en un esfuerzo continuo por garantizar una relativa calidad de vida o, unas facilidades para vivir consistentes en “hacer la vida más fácil independientemente de las necesidades, el contexto y los medios de los que se disponga” (p. 575).
En este punto es donde las ciudades intermedias aparecen como espacios geográficos transversales idóneos para la localización y la implementación de la Agenda 2030. Las preocupaciones de las administraciones locales en cuestiones ligadas a la materialidad de la vida en la ciudad como la residencia, las infraestructuras de transporte y comunicación, los servicios y equipamientos públicos así como determinados elementos de la vida urbana colectiva (el civismo, la equidad, la integración, el buen uso de la ciudad) propician un “redescubrimiento urbano” consistente en un proceso de educación para comprender la ciudad y la vida en ella como un espacio cotidiano de todas y para todas las personas, como un un espacio tanto para la vida individual como colectiva.
Ampliando espacios para la etnografía
A la vista de la amplia transversalidad de la Agenda 2030 así como del énfasis puesto por las instituciones supranacionales a través de la Nueva Agenda Urbana en la necesidad de una aplicación que tenga en cuenta los distintos contextos locales y administrativos, puede resultar un tanto ingenuo resaltar la importancia de las ciudad intermedias en la consecución de dichos objetivos. Sin embargo, al interior de esta tipología de urbe surgen nuevos retos y preguntas acerca de su propia continuidad en el tiempo que parecen estar llamadas a ser protagonistas de un posible desarrollo sostenible.
La condición intermedia de estas ciudades obliga a un nuevo cuestionamiento de los procesos de globalización. La existencia de una diversidad de cartografías sociales más allá de los procesos de metropolización y concentración del poder, de recursos económicos y políticos propios de las grandes ciudades ofrece un nuevo panorama en el que prima lo local, la dimensión humana y una fuerte capacidad de interrelación con el territorio circunstante. En este sentido, como recuerdan Bellet y Llop (2004), los últimos avances en materia de planificación y desarrollo territorial suponen la implantación de un conjunto de estrategias que instrumentos, que partiendo del potenciamiento de los recursos endógenos, parecen constituirse como una “metodología apropiada para conseguir dinámicas de desarrollo sostenible en las ciudades intermedias (p.579).
La etnografía, incluso aquella de corte más aplicada, puede encontrar en las ciudades intermedias un fértil espacio de observación y análisis. Las nuevas dinámicas de desarrollo orientadas por la Agenda 2030 y su especial interés en un crecimiento económico inclusivo y sostenible, en la equidad social, la preservación de los ecosistemas y de los modos de vida así como la participación ciudadano podrían constituir parte de una tramoya de la que, a partir de las acciones y las motivaciones de los agentes concretos, surjan propuestas emergentes de urbanidad, democracia y gobernabilidad.
1 Fuente: ONU Hábitat [Consultado 27/04/2022]
Bibliografía
Ayuso, Anna ; y Forero, Marcela
2017 “Objetivos de Desarrollo Sostenible: la agenda 2030 del compromiso a la práctica” en Dossiers CIBOD (Barcelona Centre for International Affairs) 2017-06
Bellet Sanfeliu, Carmen
2016 “¿De lo glocal a lo globanal? Las ciudades intermedias en los tiempos de la globalización” en Josepa Cucò i Giner (de) (2016) Metamorfosis urbanas. Ciudades españolas en la dinámica global. Icaria, Barcelona. pp.23-50
Bellet Sanfeliu, Carmen; y Llop Tornè, Josep María
2004 (a) “Ciudades intermedias: entre territorios concretos y espacios globales” en Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, XXXVI (141-142) 2004
Llop, Josep Maria; Iglesias, Borja M.; Vargas, Rodrigo; Blanc, Francesca
2019 “Las ciudades intermedias: concepto y dimensiones”, en Ciudades, 22, pp. 23-43.
Marx, Karl; y Engels, Friedrich
1998 [1848] Manifiesto comunista, Crítica, Barcelona
Soja, Edward
2008 Postmetrópolis Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones. Traficantes de Sueños, Madrid
Sassen, Saskia
1999 La ciudad global: Nueva York, Londres, Tokio. Eudeba, Buenos Aires
Unceta, Koldo
2012 “Desarrollo, subdesarrollo, maldesarrollo y posdsesarrollo. Una mirada transdisciplinar sobre el debate y sus implicaciones” en Beatriz Pérez Galán, Beatriz (ed) Antropología y desarrollo. Discursos prácticas y actores. Catarata, Madrid