Frontera: territorio social

Frontera: territorio social
Montaña Canigó vista desde Francia. ©

Resumen

En los últimos años los procesos transnacionales han puesto de relieve la inadecuación de los conceptos de la antropología tradicional que, al desarrollarse en el análisis de tendencias migratorias, ha refutado la idea de frontera como concepto simplemente geopolítico, esto es la mera línea geográfica que separa dos territorios, sujetos a soberanías distintas, como limitación territorial rígida. Al reconocer las transformaciones del mundo globalizado, globalizador y globalizante, la Antropología se acerca a los procesos de contacto e intercambio identificando la fluidez y porosidad de las fronteras.

Fronterizando

Lo humano es enormemente complejo, difícil de ‘fronterizar’. Frontera es a la vez una puerta que separa lo de dentro y lo de fuera, símbolo de comunicación y separación de un mundo con el otro (Valhondo de la luz 2010). Nuestro propio cuerpo es una frontera, una superficie sensitiva limitada y concreta que nos permite experimentar aquello que pertenece al mundo externo y ajeno, al interno y propio. Nuestros sentidos nos fronterizan, definiendo continuamente áreas espaciales, interaccionando. Parece ser entonces que la experiencia humana de los límites es básica, constante y permanente, recordándonos constantemente al Otro: nos aproximan o nos alejan, nos atraen o nos repelen. Es el Otro una necesidad para definirnos, así podríamos afirmar que estamos siempre en zona fronteriza, y que somos, nosotros mismos, frontera.

A lo largo de la historia los seres humanos hemos construido muchos tipos de fronteras: la frontera agrícola que delimita cultivos, la frontera ganadera, la minera, la militar (una de las que más a contribuido a formar las fronteras nacionales actuales), las fronteras religiosas, la frontera imaginaria (asumía la existencia de seres extraordinarios y dotaba de ‘territorialidad’ espacios lejanos y desconocidos).

De todas formas, la frontera ha estado muy estudiada y ha sido objeto de la disciplina histórica, geográfica y política, como concepto para estudiar relaciones entre naciones. Pero el tratamiento del concepto como fenómeno social es relativamente reciente y nos permite abarcar múltiples aspectos que ahora podemos tener en cuenta.

Fronteras y distancias sociales. Perpignan. ©

Porosidades

La disciplina antropológica ha dejado atrás la asunción del concepto como barrera rígida, dónde límite y frontera eran tratados como sinónimos, para pensarla como una membrana porosa, un campo de acción, dónde se desarrollan nuevas formas de lo social. Así la frontera es posible estudiarla como territorio para el desarrollo del fenómeno social, donde se desarrollan múltiples posibilidades de establecer formas de vida, ubicadas en un espacio social entre dos ‘territorios’. Los sujetos sociales llevan a cabo la reconstrucción simbólica de sus comunidades por encima de las fronteras internacionales, manteniendo sus lazos y relaciones. Los flujos globales, las identidades múltiples y las redes transfronterizas, representadas por las comunidades migrantes transnacionales, ponen a prueba, críticamente, los supuestos previos de que el Estado–nación funciona como una especie de contenedor de procesos sociales, económicos y políticos.

El territorio de frontera es entonces un espacio social dónde coexisten infinidad de relaciones sociales, familiares, económicas que traspasan continuamente el límite marcado. Eso es, unas redes sociales con un espacio propio creado a través de la interacción entre los habitantes, y es que puede que más que barreras, las personas a lo largo de la historia, hayan tendido puentes. La frontera es entonces un ‘territorio social’, con sus habitantes y sus relaciones, su tiempo y espacio social, produciendo variaciones, resultando ‘otras’ fronteras o ‘suprimiéndolas’. Por tanto, realizar un Trabajo etnográfico de la Frontera implica abrir las miras de la comprensión a diversas Construcciones simbólicas, a un nosotros y un ‘los otros’ permeable, menos rígido, poroso. La frontera es un lugar que supera el límite de su Estado, la frontera que está dibujada en los mapas, hace que las personas estén en un incesante movimiento de interpretación y re-interpretación, en un tejido de relaciones con el Estado y con la comunidad vecina que nunca es estable (Persia 2010).

Se asocia a las fronteras la ilegalidad, esto es, lo que queda fuera del discurso de la verdad, legitimado, normativo. En las fronteras se dan constantemente continuos flujos de personas, bienes e ideas, que traspasan la línea. Así, algunas cosas solamente pasan en las zonas de frontera. Estos fenómenos cobran especial importancia en contextos de crisis, persecución y miseria, dónde se desarrollan prácticas informales sociopolíticas y económicas que, de no existir, pondrían en peligro la propia viabilidad del sistema ‘interior’ del Estado, resultando entonces un espacio que una vez traspasado supera el límite que impone éste. Las fronteras unen y separan, creando este nuevo espacio de liminalidad, espacio donde empiezan, terminan procesos y fenómenos. Podemos entenderlo como espacios de resistencias cuando al ser constantemente atravesadas resultan espacios sociales que en muchas ocasiones son cobijo de aquello no revelado, aquello que en secreto, resiste a la rigidez del sistema, como resistencia reactiva, generalmente estigmatizada (grupos que se desvían de las normas que implícita o explícitamente establecen la mayoría que está en el poder), generando cooperaciones a un lado y  otro, y dónde se estructura la sociedad fronteriza entre los que saben de estas prácticas y los que no, y que pueden convertir a los habitantes ‘que saben’ en miembros, cómplices, pasivos o delatores.

Recientemente he estudiado el desarrollo de estas prácticas en la zona fronteriza con Francia (Alta Garrotxa, Girona) en el contexto de crisis, miseria y persecución que se desarrolló después de la Guerra Civil Española hasta la muerte del dictador. En enero de 1939 cruzaron por esta zona unas 15.000 personas y los dos poderes ideológicos del nuevo régimen (el clero y la falange) llevaron a cabo la ‘caza’ de los miembros que formaron parte de los partidos democráticos, sindicatos, asociaciones, que enseguida se adaptaron a una nueva condición de existencia: la clandestinidad.  Además, para hacer frente a la especulación del hambre (cabe recordar que las cartillas de racionamiento se alargaron hasta entrados los años 50) se retomaron actividades ‘históricas’ de contrabandismo y estraperlo, cómo único medio para combatir la escasez, y como fórmula para la obtención de productos de primera necesidad (sobre todo farmacéuticos). Ésta tan controlada frontera, fue en este contexto, un espacio social de actividades y fenómenos ‘ocultos’, que ponían en práctica los ‘otros’ discursos, prohibidos, estigmatizados y muy alejados del discurso de la verdad que de modo imperativo prohibía toda la suerte de formas organizativas que la sociedad había podido ejercer antes del golpe de estado fascista. Es evidente que, a pesar del Tratado de los Pirineos de 1659, las personas, a un lado y otro de la línea, siguieron manteniendo lazos, y el intercambio entre norte y sur ha existido durante todos los momentos históricos que pusieron a estas poblaciones en serios problemas de supervivencia. Así, estas prácticas son un ejemplo del desafío histórico a esta pretendida rigidez e impermeabilidad de la frontera. (Persia 2010) hacer un trabajo etnográfico en una frontera significa ampliar el horizonte de comprensión a muchas y diversificadas construcciones simbólicas, tal vez ambiguas y contradictorias que esta ‘linea’ particular evoca.

Conclusiones

Mientras el mundo globalizado elimina fronteras para el capital y las mercaderías (fronteras económicas y cyberfronteras), no es así para las personas. Parece que realmente los turistas pueden cruzar, mientras que, como menciona Bauman, los vagabundos están condenados a encontrarse con barreras. Los últimos acontecimientos en la frontera sur de España ponen sobre la mesa debates de derechos humanos en estas zonas limítrofes.

Al fin y al cabo las fronteras étnicas e identitarias no son limites impermeables, sino procesos en estructuración constante. La Antropología de la frontera parece no poder prescindir de conceptos como soberanía y poder, al abocarnos a analizar la interacción de evoluciones históricas e interacciones socioculturales.

Bibliografia:

-Garduño, Everardo ANTROPOLOGÍA DE LA FRONTERA, LA MIGRACIÓN Y LOS PROCESOS TRANSNACIONALES Frontera Norte, vol. 15 2003

– Olmos Aguilera, Miguel.2008. ANTROPOLOGIA DE LAS FRONTERAS, ALTERIDAD HISTORIA E IDENTIDAD MÁS ALLÁ DE LA LÍNEA.

– Persia Adriana 2010. FRONTERA COMO RECURSO, FRONTERA COMO LÍMITE: UNA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA. Universidad La Sapienza, Roma

-Valhondo de la luz, Joaquín. 2010. REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE FRONTERAS.  etnicex.APEA.

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