La vuelta a la presencialidad laboral en una metrópolis

La vuelta a la presencialidad laboral en una metrópolis

La distinta naturaleza social y condiciones del trabajo realizado en la ‘oficina’ o en dependencias externas frente al ‘home office’ experimentado en la pandemia despertó algunos interrogantes respecto a cómo vivir de ahora en más. Esto es perceptible en algunas grandes ciudades que sufren presiones como la sobrecarga en el transporte o el tiempo y medios invertidos en los desplazamientos al trabajo. En Latinoamérica, tomando el ejemplo de una metrópolis como Buenos Aires, la reincorporación presencial total a los puestos de trabajo frente a las opcioes de funcionalidad remota o los híbridos entre presencialidad y virtualidad experimentados durante el período de ‘excepcionalidad’, ha generado el rechazo de parte de los ciudadanos ante la vuelta al modelo tradicional.


La llegada de la pandemia trajo consigo, además de una crisis sanitaria, interrogantes respecto a cómo vivir de ahora en adelante frente a la nueva-vieja coyuntura. En las grandes ciudades, esas preguntas han cobrado un tinte existencialista para buena parte de la población y hay quienes han pasado a la acción optando por incorporar nuevos estilos de vida. En el contexto de las metrópolis latinoamericanas, tomando el ejemplo de una urbe superpoblada como Buenos Aires, el rechazo de algunos ciudadanos a ciertos aspectos del modelo funcional de la ciudad se ha acentuado desde entonces. 

Tras la ya instaurada vuelta a la presencialidad laboral, buena parte de la población manifiesta desánimo, descontento, tedio y otros estados anímicos negativos a la hora de enfrentarse nuevamente a los largos viajes necesarios para los desplazamientos al trabajo, el cumplimiento de horarios estrictos, los gastos en transporte, las comidas fuera de casa, la masificación en los desplazamientos o el reencuentro con ciertos intercambios sociales cotidianos no siempre deseados. No es algo nuevo para quienes viven en una gran ciudad, pero sí cobra renovada relevancia e invita a nuevos debates tras haber experimentado los individuos otro tipo de rutinas durante la experiencia del aislamiento social.

Cambiar de estilo de vida, reinventarse, reubicarse o reinsertarse en otros mercados laborales no es una opción para todos. Parecería, más bien, serlo para unos pocos. La pandemia impactó de diversas formas entre los distintos sectores de la sociedad. Sin embargo, las preguntas respecto a los modelos de vida y las ciudades que queremos parecen continuar latentes. 

Las poblaciones dialogan con las geografías donde operan en medio de una permanente “tensión constitutiva entre lo urbano y  lo social”,  como así lo define el antropólogo Ramiro Segura al referirse a las dinámicas precisas que se dan en los cruces de coordenadas espacio temporales (Segura, 2021). 

En Buenos Aires, conglomerado urbano que a partir de mediados del siglo pasado comenzó a experimentar una “urbanización vertiginosa” (Segura, 2021) similar a la de otras urbes de América Latina en el marco de la “modernización y el desarrollo”, múltiples factores afectan a la calidad de vida de los ciudadanos. La ciudad ejerce de centro neurálgico de la actividad económica, así como de núcleo donde se concentran distintos factores contaminantes y presiones que repercuten sobre la salud y el bienestar de las personas.

¿Cómo pensar las ciudades que deseamos? La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible aprobada por Naciones Unidas en 2015 presenta un plan de intenciones con el espíritu de mejorar las condiciones del hábitat en las ciudades. El propósito pasa por incorporar cambios en estos espacios masificados para convertirlos en áreas de convivencia más sostenibles, como así lo especifica en su objetivo número 11.

Según la ONU, vivimos en un mundo cada vez más urbanizado. Desde 2007, más de la mitad de la población planetaria (unos 3.500 millones de personas) vive en ciudades y se espera que esta cifra aumente a un 60% en los próximos ocho años. La Organización menciona que las áreas metropolitanas son los centros de mayor crecimiento económico, al mismo tiempo que se presentan como generadoras del 70% de las emisiones mundiales de carbono. Sumado a ello, abarcan más del 60% del uso de los recursos. 

Las ciudades ocupan un 3% de la tierra pero consumen entre un 60 y un 80% de su energía, situándose como generadoras del 75% de las emisiones de carbono, indica Naciones Unidas. Para mayores datos, desde 2016 se calcula que el 90% de los habitantes de las ciudades respira aire de niveles desaprobados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

¿Cómo contribuir desde la antropología en el objetivo de lograr ciudades más sostenibles y amigables para sus habitantes? 

Los estudios urbanos permiten analizar la interrelación de dinámicas concretas entre los agentes que habitan u operan dentro de un espacio y los escenarios urbanos. Estas ‘radiografías’ sobre el mutuo intercambio entre los seres humanos y las geografías donde se emplazan los accionares sociales e individuales resultan oportunas como herramientas que pueden contribuir a la planificación de acciones encaminadas a dar respuesta a los objetivos que demanda la ONU para la mejora de las condiciones del hábitat. Resulta imprescindible pensar en un trabajo conjunto entre científicos sociales, expertos en las dinámicas urbanas y representantes de los sectores políticos y socioeconómicos para avanzar en pasos concretos en este sentido.

La Agenda de Desarrollo Sostenible aboga de cara a 2030 por la planificación urbanística participativa y, entre otros objetivos, por el acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles y sostenibles, así como por la ampliación del transporte público. Entre otros propósitos, se aspira a lograr un descenso en el impacto ambiental negativo por cápita generado en las ciudades, invitando a apoyar mayores alternativas de vinculación entre las zonas urbanas para fomentar otros desarrollos nacionales y regionales que permitan descomprimir la presión sobre las grandes urbes.

¿Sería, en el caso de alcanzar parte de estos objetivos, más ameno volver al trabajo en la ciudad? 

Atinar una respuesta no es posible sin contemplar la complejidad y los múltiples factores en interacción dentro de la “experiencia urbana” (Segura, 2015), categoría analítica productiva propuesta por Ramiro Segura “para acercarse al desafío de conocer los modos de vivir la ciudad, los cuales no se pueden entender por fuera de la ciudad, a la vez que es precisamente a través de esos modos de vivirla que la ciudad se produce y se transforma”. 

En algunas reflexiones sobre el futuro de los estudios sobre la ciudad, el autor cita al historiador y especialista en temas urbanos Adrián Gorelik para referirse a ciertos abordajes de cara a su análisis. “La crisis de la ciudad se acompañó de una crisis de las ideas para pensarla”. menciona. Segura reivindica una mirada crítica sobre ciertas tendencias de los estudios urbanos y postula: “necesitamos más investigaciones acerca de los modos de vivir la ciudad para saber en qué medida y sobre qué aspectos la ciudad es vivida por sus habitantes como crisis” (Segura, 2015). El autor considera que, en última instancia:

“[…] se necesitan investigaciones que antes que suponer desplazamientos mecánicos y lineales nos ayuden a conocer cómo se combinan en cada caso los lugares y los flujos, lo público y lo privado, el conflicto y la protección”. (Segura, 2015)

Segura propone tres ejes para pensar la experiencia urbana dentro de la investigación de las ciudades contemporáneas: “la relación entre formas espaciales y prácticas sociales (eje de los usos), la combinación entre límites y relaciones en la vida urbana (eje de las interacciones) y la vinculación de lo articulado y lo vivido (eje de las significaciones” (Segura, 2015).

El autor menciona en su libro Vivir afuera un ejemplo que invita a reflexionar: la forma en la que un evento inesperado, la gran inundación registrada en la ciudad de La Plata (Argentina) en el año 2013, afectó a la vida de 190.000 personas y causó la muerte de al menos 78. El antropólogo indica que el acontecimiento dejó al descubierto aspectos de la ciudad como “el proceso de urbanización descontrolado” y la falta de obras hidráulicas que hubiesen sido necesarias para acompañar el incremento de la construcción de viviendas. Y profundiza:

“[…] La ciudad quedó bajo el agua  y ésta no discriminó entre casco fundacional y periferia, entre el adentro y el afuera y, al menos momentáneamente, disolvió los límites, las distinciones, las jerarquías y las clasificaciones, colocando a todos (o, al menos, a la mayoría) ante el mismo desafío, ante una experiencia común. ¿Cómo impactó este evento en los modos en que los habitantes de La Plata imaginan la ciudad y su lugar en ella? ¿Cuáles han sido sus efectos? ¿Cómo la vivencia de algo extraordinario se vinculó con lo socialmente articulado sobre la ciudad? ¿Ha logrado, en ese juego de desestructuración/reestructuración que todo acontecimiento produce (Reguillo, 1999) dislocar ciertos imaginarios, redefinir ciertas relaciones, erosionar ciertos prejuicios y/o, al menos, destronar cierta imagen de la ciudad?” (Segura, 2015:161)

A casi una década de la catástrofe natural ocurrida en La Plata, no resultan ajenos algunos de los interrogantes planteados por Segura en los actuales tiempos de ¿pospandemia? En la retina aún permanece la estampa reciente, jamás imaginada anteriormente, de calles y avenidas de grandes urbes -hasta entonces masivamente pobladas- vacías durante los períodos de aislamiento social decretados a lo largo de la crisis sanitaria mundial. 

 “¿En qué medida un acontecimiento trágico permitirá imaginar, habitar y construir la ciudad de otro modo? ¿Y cuál será, si es que la marca de lo vivido es suficientemente fuerte para discutir lo establecido, ese otro modo?”, reflexiona Segura (2015). Y concluye: 

“[…] Hay agentes que insisten en reconfigurar el modo en que pensamos la ciudad como si nada hubiera sucedido: hay otras voces y otras acciones que están plasmando vías alternativas. El habitar -verbo intransitivo, proceso inacabado- es un movimiento sin dudas condicionado, pero también continuo y abierto. Dependerá de todos encontrar el modo de continuar juntos, de otra forma” (Segura, 2015).

La vuelta a la presencialidad laboral, entre otras dinámicas a las que los ciudadanos han tenido y están teniendo que reacomodarse tras los períodos más críticos de la pandemia, volvió a poblar de forma masiva calles, avenidas, núcleos urbanos y medios de transporte, difícilmente con los efectos deseados para hacer de la ciudad un lugar de interacción más amigable. ¿De qué formas queremos/podemos seguir habitando las geografías que nos contienen y construimos a cada paso?

Bibliografía

Segura, Ramiro (2015). “Vivir afuera”, UNSAM, Buenos Aires

Segura, Ramiro (2021. “Las ciudades y las teorías”, UNSAM; Buenos Aires Naciones Unidas.

“Objetivos de Desarrollo Sostenible”: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/?fbclid=IwAR3yeGYiSaGLrsAtQjM36SJMGO4qvNEeqh6zQR_KH1JlBuuvNWNBw0f6WgE

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